lunes, 8 de octubre de 2012

¡Violencia! ¡Secuestros! ¡Torturas! ... o en primer cónclave papal

Todos tenemos más o menos una idea de cómo se elige a un Papa: cuando este muere, los cardinales se reúnen, piensan un rato más o menos largo, fumata blanca y ale, habemus Papam. Aunque esto parece sencillo hubo un tiempo en el que no lo era tanto, más bien todo lo contrario y en el año 1241 el papa Gregorio IX (por cierto, ojo al dato, fundador de la Inquisición) estaba muy preocupado por este particular así que en su lecho de muerte convocó al senador de Roma, Matteo Orsini, para comunicarle su plan maestro.


Gregorio IX

Se me ha ocurrido una idea fantabulosa, atiende.


El plan maestro consistía en lo siguiente: en cuanto el Papa murió, el senador reunió a los cardenales no sé exactamente con qué excusa (¿venido a mi palacio, tengo...regalos?) y los encerró en un palacio que había habilitado como prisión. Tal cual. El Senador, bajo las órdenes del anterior Papa, secuestró a todos los cardenales y no pensaba liberarlos hasta que no eligiesen a un nuevo Papa, supongo que alguno que le molase. A los cardenales obviamente no les hizo mucha gracia pero algo tenían que hacer así que idearon un plan: nombraron Papa a uno de sus compañeros que estaba a punto de partir para el otro barrio para así poder escapar. El elegido fue Celestino IV, que duró en su papado desde el 25 de octubre de 1241 al 10 de noviembre del mismo año (normal, teniendo en cuenta que estaba mayor y que las condiciones del encierro que hicieron incluso que otro cardenal muriese)  Parece ser que esta chufa de estrategia (en serio, entre este plan y el de Gregorio IX no sé cual es peor) les sirvió porque pudieron escapar, pero desgraciadamente unos cuantos compañeros se quedaron por el camino.

Celestino IV

Dicen que lo bueno, si breve...


Estos pobres cardenales desgraciados (es que no tenían otro nombre, desgraciados porque menuda les esperaba) se quejaron sin fin a sus desertores colegas que hicieron como si nada y a todo el mundo, que pasó de ellos olímpicamente. Entre la cortesía de sus captores se encontraban cosas como tratarles como a criminales, burlarse de ellos cantándoles canciones y cosas de ésas, escupirles, pincharles con ballestas desde debajo de la cama (esto me ha encantado especialmente), por no hablar de el cardenal que se quejaba de que le habían secuestrado ENVOLVIÉNDOLE EN UNA ALFOMBRA y llevándole por las calles de la ciudad. Por cierto, también cuentan que en las celdas el agua se colaba por el techo cuando llovía, y no solo el agua si no que los guardas se dedicaban a mear para que les cayese a los hombres, que bastante tenían. Esta gente no tenía límite, pero ya las amenazas no tenían precio, entre las cuales se incluían cosas como decirles que si no se decidían les obligarían a desenterrar el cadáver del antiguo Papa (?!) y lo colocarían donde todos pudieran verlo. 

Con semejante panorama lo normal sería que se hubieran decidido rápido...pues no. Tardaron dos añazos de nada en elegir al nuevo Papa, que sería el cardenal Sinibaldo Fieschi a.k.a Inocencio IV que fue elegido en 1423, POR FIN. De todos modos, los cardenales no habían aprendido la lección porque en el 1271 la volvieron a liar y esta vez tardaron tres años hasta que empezaron a alimentarles a pan y agua y les quitaron las tejas a ver si el fresco les ayudaba a pensar....en fin, que el habemus papam era de todo menos sencillo y relajado, aunque desde aquel momento de secuestros, cardenales dentro de alfombras y ballestas punzantes, los cónclaves se establecieron como medio para elegir al Papa hasta estos nuestros días.

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